.
..
Confieso que no es mía
esta tristeza que acarreo,
la cogí una tarde
de lo alto de una estantería
en el supermercado del barrio.
no pude resistirme
la probé, me quedaba perfecta,
pero no la pagué.
La guardé en el bolsillo
de mi abrigo de cuadros
y desde entonces
va conmigo a todas partes.
Nadie nota
que no me pertenece,
me gusta pasearla orgullosa
por las fiestas,
llevarla al cine,
a cenar con amigos.
Y sonreír como hacen
las auténticas ladronas
de tristezas.
.
.