Cada año,
al llegar a este punto,
envuelvo la quietud de julio
rumbo a las palabras.
Bandadas de horas
construyen versos
para el otoño,
reproducen en papel
el gesto de comprender
la serenidad azul
del desayuno.
Cada año,
os quiero contar
cuanto me gusta
hacer fotografías
exóticas,
desordenar el amor,
heredar sábanas
antiguas,
dibujar puentes
en la arena,
borrar el mapa
de las costumbres.
Cada año, en julio,
enciendo mi infancia
cuando escribo y observo,
que la piel de mis manos
no soporta
la física del Sol.