viernes, 20 de febrero de 2009

La sed de las amapolas




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Al cabo de todo el invierno tiembla y termina
por parecerse al óxido en el que se está convirtiendo
su esqueleto. Una nada de cadena hueca, como de caña
y de noches que prueban su filo en las esquinas.
Nadie sabe de la sed de amapolas que revienta
bajo la tierra, ni de la vida acuática que silencia el río
al que hoy persiguen extraños camalotes.
Pero todos sabemos de la variedad de los metales,
de la perfección de sus escuadras que miden
la capacidad de los bosques para determinados árboles,
y de cómo las cigüeñas nos acompañan desde hace
varios inviernos, sin saber la diferencia que existe
entre una zona protegida y un teatro de marionetas.
Saldremos sin hacer ruido y con los ojos cerrados,
porque esta debe de ser la única forma de imaginar
cien hojas de abedul acariciándonos la espalda,
o veinte nudos bajo el cauce y sobre las piedras
creando rumores de agua al pie de un sueño.
Saldremos apretando los ojos y las manos,
entre ellas
un estruendo de frío envuelto en nubes, y otra muerte
para guardar en la memoria.

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10 comentarios:

Victoria Caro dijo...

y nos llevaremos todas estas maravillosas imágenes, todas esas sensaciones, esos paisajes que nunca volverán aunque lleguen cien inviernos y, saldremos porque tenemos que dar de beber a las sedientas amapolas.

Tus poemas van tomando una gran magnitud.

Querida Mamen, ya hemos hablado de las causas de nuestras ausencias y también de la admiración mutua. Sigo pensando que eres muy buena.

Un besazo.

Anónimo dijo...

Tiembla oxidado el invierno y sucumbe a la presión de las amapolas y de los almendros.
De todos modos ya es primavera en tus versos hermosos de verdor y de cigüeñas.
Fácil así salir de él sin notarlo, en silencio y con los ojos cerrados soñando abedules y rumores.
Y dejando el recuerdo frío de la muerte invernal que vivifica.

Besos.

Octavio dijo...

"Hubo un tiempo en que las amapolas, cerraban al verde los caminos, y los ríos bebían de su sangre púrpura. Eramos nosotros que teñíamos, el corazón incenso, de sangre el polvo del camino....."

Está visto que ni es surrealismo se te resiste.

Besos.

Jesús Arroyo dijo...

¡Descuida! con tus letras... ni amapolas, ni otros seres pasarán sed.
Saludos.

Luc, Tupp and Cool dijo...

Hasta aquí aún llegarán escarchas, pero ya brotan ramas tiernas en los árboles más viejos. Por el campo, ayer vi lirios.

Muy bello este poema.

Besos, Mamen.

ralero dijo...

Impresionante. Realmente impresionante.

Besos y genuflexiones. A tus pies, poeta.

Marian Raméntol dijo...

Las muertes que guardamos en la memoria son nuestros abedules, nuestras espaldas partidas y sus palabras como puentes...

Un beso
Marian

Isabel Barceló Chico dijo...

Me quedo con ese último verso, el de la muerte entre las manos. Quizá sea la muerte del invierno... En cualquier caso, has escrito un texto bellísimo y muy sugerente. Besos, querida amiga.

Rayén* dijo...

creo que la muerte del invierno queda siempre en la memoria, generalmente marca el cierre de algo... y la llegada de la primavera parece una oportunidad de algo nuevo :)
muy lindo

Mamen Alegre dijo...

Gracias por mirarme de este modo Victoria.
Un beso.

Un abrazo Ybris, ya se asoma, sí, ya se asoma.

Octavio, todo son experimentos, y vosotros, mi vara de medir.
Muchos besos.

Gracias por tu geneosidad Jesus.
Un abrazo.

Un abrazo Luc. Yo de niña no necesitaba ir al campo para cogerlos, y creo que si voy donde vivía aún podré sacar un ramito...tendré que ir.

Rafa ya sé de tu aprecio, exagerao.
Un besazo :)

Y más cosas Marian, y más.
Mil besos.

Gracias Isabel, yo me quedo con todo lo que tú escribes, me encanta.
Un beso.

Rayén estoy totalmente de acuerdo contigo. :)
Un abrazo.